Dicen que todo partió con un extracto de una banda sonora de una película de Kubrick y que después hubo perfección.
Para mí el asunto comenzó tipo 18:45 del 06 de diciembre de 2005, cuando me aproximé a la esquina de Av. Grecia con Av. Pedro de Valdivia, frente al máximo coliseo deportivo del país. Mi reacción inmediata fue la de seguir a la manga de poleras negras que se dirigía hacia la entrada principal del estadio. A esa hora no había mucha gente en la entrada, así que pasé la revisión policial de rigor y me fui rápido hacia la pista atlética, el lugar convenido para el encuentro.
Cuando entré a la cancha, tipo 19 hrs., ya estaban instalados unos 1.500 personajes esperando ansiosos que comenzara la fiesta. Había de todo: cabros chicos, adultos jóvenes, mujeres, parejas, y weones promedio como uno. Pero obviamente los que más abundaban eran los metaleros-chazcones-volaos. Mi experiencia con ellos en los recitales a los que he ido ha sido bastante buena, en general van a disfrutar de la música. En su estilo, pero la disfrutan. Lo único que me molesta un poco es el humo y el olor de sus "cigarrillos". En fin, al menos era al aire libre.
Al rato llegó Rafah y Carlos, mis camaradas durante la larga jornada. Con ellos esperé hasta las 21:05, cuando ya las ansias nos desbordaban, la hora del encuentro estaba fijada a las 21, así que ya llevábamos 5 minutos de atraso. En eso se apagaron las luces y comenzó a sonar una música instrumental de fondo. Pasaron unos 5 minutos más y se escuchó el redoble de los tambores de Mike Portnoy y el rugir de la guitarra de John Petrucci: había comenzado a sonar "The Root of All Evil" y con eso se daba inicio a una de las experiencias musicales más espectaculares de mi vida. Ahí estaban, Dream Theater en vivo, en Chile, y yo escuchándolos. En seguida vino "Panick Attack", "A Fortune in Lies", "Under a Glass Moon", "Caught in a Web" y "Peruvian Skies", ésta última con extractos de "Wish You Were Here" y de "Wherever I May Roam". A esas alturas el público estaba delirando. Los metaleros-chazcones-volaos estaban extasiados, emocionados hasta las lágrimas. Incluso alguien como yo, a quien le gustan más los trabajos más nuevos de Dream Theater, encontré que el concierto hasta ese momento era increíble. Estos tipos son de otro planeta.
Luego de "Peruvian Skies" vino uno de los puntos altos de la noche (aunque no creo que hubiera algún punto bajo): se les ocurrió tocar "Strange Deja Vu", "Through My Words" y "Fatal Tragedy" de corrido. Canciones sacadas de uno de mis discos favoritos de todos los tiempos, en vivo, y tocadas a la perfección. Con pasión, potencia y llenas de contrastes, con eso me daba por pagado. El final de la primera parte fue con "Solitary Shell", "About To Crash (Reprise)" y "Losing Time/Grand Finale". El sonido de esas tres canciones fue apoteósico. Como si el cielo se estuviera viniendo abajo.
A esa hora, tipo 22:15, James LaBrie anuncia que se van a tomar un descanso de 15 minutos para luego volver al escenario: intermedio.
A las 22:40 comienza a sonar una rara versión grabada de "The Silent Man", con una voz que parecía de un coro de niños. Pero eso no duró mucho, porque en cosa de minutos se comienzan a escuchar los armónicos del bajo distorsionado de John Miyung que dan inicio a "As I Am". Resultado: 20 mil personas saltando como enfermos. Luego vendría "Endless Sacrifice" del mismo disco que la canción anterior, siguiendo con la cara más metalera de Dream Theater.
Pero, según mi humilde opinión, lo mejor estaba por venir. Terminando "Endless Sacrifice" empezó a sonar "I Walk Beside You". Podrán haber muchos fanáticos de Dream Theater que les cargue esa canción porque la encuentran popera. Pero a mí me gusta ¿Qué tiene de malo escuchar una buena cancion, corta, potente y que te suba el ánimo? Fue con esa canción con la que quedé disfónico intentando imitar a LaBrie. Luego vino algo extraordinario, tocaron "Sacrified Sons" y "Octavarium". Esta última acompañada por el cielo que se despejó por un momento y que dejó ver a la luna que se asomaba parcialmente como queriendo saber qué estaba pasando ahí. Las atmósferas sonoras que creó "Octavarium" fueron inexplicables. El majestuoso final de esa canción marcó el término de la segunda parte del concierto. Obviamente el público aplaudió hasta el cansancio, acompañado de gritos como "no nos vamos ni cagando!". Lo que hizo que la banda volviera a subirse al escenario para sorprendernos por tercera vez y final. Para esa parte reservaron "The Spirit Carries On", con la cual me emocioné casi hasta las lágrimas, sobre todo con el solo de guitarra de Petrucci, digno candidato al premio del mejor solo de guitarra de la historia (aunque eso de los premios a los mejores no me gusta mucho cuando se trata de música). Luego se mandaron un medley con "Pull Me Under" y "Metropolis I" que nos voló la cabeza a todos los presentes. Difícil encontrar una mejor manera de terminar un concierto perfecto.
Al final, mientras Mike Portnoy y el resto de la banda agradecían a las 20 mil almas que se reunieron para escucharlos - al tiempo que, como todo buen artista, prometían volver a Chile cuanto antes - algunos insólitos personajes se abrazaban porque no podían creer lo que habían vivido. Claro, probablemente otros se abrazaban porque no se podían sostener en pie, pero eso es otro cuento.
¿Yo? No exagero tanto. Esto fue un concierto de rock, no una experiencia sobrenatural (aunque lo parezca). Como dice Geddy Lee, de Rush, al referirse al fanatismo del público brasilero: "sólo somos músicos, no es que hagamos algo tan noble". En fin, lo que sí agradezco es haber podido vivir lo que hasta ahora ha sido una de las experiencias musicales más increíbles de mi vida.
