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lunes, noviembre 21, 2005

Una Carta a Gantt.

Por una de esas curiosidades de la vida me encontré leyendo el domingo pasado una pequeña columna del cuerpo "Artes y Letras" de El Mercurio - mi intención inicial era leer un par de artículos sobre Pearl Jam que aparecían en la página siguiente - escrita por un señor de nombre Gonzalo Saavedra. Siendo franco, creo que ubico como a tres de los personajes que son nombrados en su columna, pero eso no impidió que entendiera lo que quiso decir... Y lo encontré muy muy muy atinado, por decirlo de alguna manera. Aquellas y aquellos que hayan estado frente a una de esas famosas cartas Gantt entenderán fácilmente la idea, así que procedo a transcribir el texto para el regocijo de todos:

Una Carta a Gantt

Don Henry: Ya sé que usted era ajustado y magnífico, ingeniero mecánico y management consultant, y que se hizo famoso cuando en 1910 lo asaltó una inspiración, una suerte de sueño epistolar en que imaginó no una novela como Les liaisons dangereuses, con misivas llenas de intriga y malicia, o como Boquitas pintadas, con envíos postales de amor y desamor, sino otro tipo de cartas, perfectamente cuadriculadas, con precisos y minuciosos cálculos de trabajo y tiempo, que prometen que todo funcionará como está previsto. Hoy, con su invento a punto de cumplir un siglo, hasta dan premios con su nombre a los ordenados de la aldea.

Tal vez usted no fuera más que un atento testigo de la época que le tocó vivir. Y tal vez pudiera suscribir las palabras de Rousseau, que en su prefacio a Héloíse advertía: "He visto las maneras de mi tiempo y he escrito estas cartas".

Pero la verdad es que no sé cómo lo habrá hecho usted, porque lo que es a mí no se me ocurren las ideas con ninguna regularidad ni frecuencia y mi capacidad laboral varía su buen resto según el día que me toque. Y cuando me imponen uno de sus programitas esquemáticos, me acuerdo de la orquesta de Fellini, ésa que reemplaza al director de carne y huesos por un enorme metrónomo para marcar el pulso con una regularidad que no hay música que aguante.

Y empiezo a sentir, a la Durkheim, que lo llamó anomia, o a la Marx, incluso, que le puso alienación, algo que antes ni se me pasaba por la cabeza, fíjese: que ordenado así, en sus rectángulos de colores rigurosamente dispuestos, el trabajo se termina pareciendo tan poco a la vida.

lunes, noviembre 14, 2005

Mira pa'l frente!!!!

Eso es lo que me dio ganas de gritarle al 90 % (aprox.) de las personas que vi en la calle hoy... Todos mirando el suelo mientras caminaban!!!! Andarán buscando plata? Les pesará la nuca? No tengo explicación, pero sí puedo asegurar que la gente que camina mirando el suelo es un peligro. Incluso hay gente, y mucha, que cruza la calle mirando el suelo y deja la cagá. Hay otras que hasta andan en bicicleta mirando el suelo y se les ocurre chocar de frente con otros ciclistas (insólita experiencia propia sufrida hace algunos días). Por último, si se quedan mirando el piso, se pierden una cantidad increíble de cosas que pasan alrededor de uno a cada rato y que vale la pena observar.

Ya ok, acepto que por estos días algunos prefieran mirar el suelo, porque es el único lugar en donde todavía, que yo sepa, no se les ha ocurrido poner propaganda política. Pero después de las elecciones, mira pa'l frente!!!

lunes, noviembre 07, 2005

¿Cuestión de cultura?

Hace un par de años me tocó enviarle, como estudiante, un correo electrónico a un organismo del Gobierno de Australia preguntando por una información súper específica relacionada con mi carrera. Pasaron algunos días y me llegó la respuesta que estaba esperando, la que, además, incluía al inicio las disculpas por la demora en responder.

Hace un par de meses tuve que, otra vez como estudiante, contactar por correo electrónico a un profesor canadiense de esos que son gurúes en sus materias para pedirle información acerca de un paper de su autoría que no había podido encontrar. El viejo debe tener como mil publicaciones, es autor de un número considerable de libros y me imagino, por extensión, que debe estar lleno de pega. Esta vez la respuesta no tardó más de dos días y era del estilo: "Mr. Imbarack, please send me your full postal address." Obviamente se la envié y hoy me encuentro con que me llegó por correo desde Canadá un sobre con una fotocopia del paper por el que le preguntaba, además de una copia impresa del correo electrónico y la frase escrita a mano: "Mr. Imbarack. As requested. Best wishes."

Con esto me acordé que cuando mi hermano estaba haciendo su investigación de título también tuvo que contactar a otro profesor, esa vez en Bélgica, que le envió algunos papers por correo.

¿A qué quiero llegar con esto? Me puse a pensar sobre cuántas veces había enviado correos electrónicos consultando cosas o pidiendo información a diferentes organizaciones o personas chilenas, y la verdad es que la gran mayoría de las veces ni se dignaron en contestar mis mensajes. No lo hicieron cuando me identificaba como estudiante ni tampoco cuando lo he hecho como Ingeniero de Estudios, cargo que humildemente ostento en la consultora a la que le dedico gran parte de mi esfuerzo diario (esa última frase es por si esto lo lee el jefe jajajaja). Ni hablar de la cantidad de veces que escuché a mis compañeros de carrera alegar porque los profesores no los pescaban cuando querían hacer alguna consulta fuera de clases (en todo caso, estoy conciente que no todos los profesores son así).

Y la verdad es que, en mi opinión, en Chile nos hemos criado con una cultura poco solidaria. O sea, el término "solidaridad" no necesariamente está asociado a acciones sociales como el Hogar de Cristo. Para mí, ayudar a alguien en cualquier ámbito es un asunto de solidaridad. Si alguien me pregunta por información que yo sé, que no es confidencial y que no perjudica a nadie ¿Por qué no habría de ayudarlo? Tengo la impresión - y en esto puedo equivocarme - de que, en general, los chilenos no tenemos confianza en las demás personas y que siempre está el temor de que ayudando a otro te puedan cagar o la expectativa de que, por ayudar a otro, esa persona le saque mejor provecho al conocimiento que uno le aportó y uno no pueda participar de ese provecho. En definitiva, que al otro le vaya mejor que a uno, con la considerable dosis de envidia que eso conlleva.